En la vida adulta, es difícil encontrar espacios donde el objetivo principal sea, simplemente, mejorar. En el trabajo, la meta es la productividad. En la familia, es el cuidado mutuo. Pero, ¿dónde vas cuando quieres crecer deliberadamente, rodeado de gente con esa misma mentalidad?
Para mí, ese lugar es Toastmasters.
Unirme ha sido una de las decisiones más importantes de mi desarrollo personal y profesional. No se trata solo de aprender a hablar en público. Se trata de entrar a una sala (en mi caso, virtual) llena de personas que han decidido invertir su tiempo en ser mejores comunicadores y líderes. Y esa energía es contagiosa.
En cada sesión, ves el crecimiento en tiempo real. Ves a la persona nerviosa dar su primer discurso y, semanas después, hablar con una confianza que no sabía que tenía. Ves a alguien asumir un rol de liderazgo por primera vez y guiar una reunión con aplomo. Y lo más importante, te ves a ti mismo haciendo lo mismo.
Lo que aprendes en Toastmasters no se queda en el club. La habilidad de estructurar un pensamiento, de dar feedback constructivo, de escuchar activamente y de liderar un equipo, la aplicas en todo: en una junta de trabajo, en una conversación con un cliente, en una plática con tus hijos.
Si buscas un lugar donde el crecimiento personal no sea una idea abstracta, sino una práctica semanal, te invito a buscar un club Toastmasters. Es un gimnasio para tus habilidades de comunicación y liderazgo, y la comunidad que encuentras ahí es el mejor entrenador que podrías pedir.